Una y mil veces: en una sociedad que nos educa en la vergüenza, el orgullo es una respuesta política

El lunes 12 participamos de la convocatoria que hicieron Pablo D´Elía y otrxs compañeres que se organizaron a partir de los ataques homodiantes que sufrieron en diversos momentos. Estos ataques no son casualidad en momentos de envalentonamiento de sectores fascistoides, que se desesperan y salen a atacar. Son hechos muy graves que además de afectar directamente a las víctimas, ponen en peligro a todas las personas que eligen una sexualidad por fuera de la heteronorma. Vivir libremente la sexualidad, relacionarse sexoafectivamente de la manera que nos plazca, sin andar rindiendo cuentas, sin discriminación y sin ataques, es defender la libertad de todas las personas. Nuestro compromiso de lucha contra el patriarcado y todas sus instituciones misóginas, machistas y anti diversidad, se fortalece en la lucha.
A continuación, con bronca y con orgullo, reproducimos las palabras de Pablo en el acto en Tribunales.
Hola, soy Pablo; pero también soy Sergio, soy Juan, soy Gustavo, soy Marcos, soy César, soy Rodrigo, Soy Gustavo (sí, otra vez, otro Gustavo), soy Carlos, soy Esteban y también Soy Luis, soy más de 10 denuncias radicadas en distintas comisarías, 10 denuncias en los escritorios de diferentes fiscalías y juzgados de la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Soy más de 15 testimonios de ataques homodiantes perpetrados en estos últimos seis meses por un mismo criminal. En algunas ocasiones estos ataques fueron solitarios, pero en muchas otras este sujeto actuó con distintos cómplices realizando el mismo modus operandi con casi ninguna variable: Conectarse a través de la aplicación Grindr para buscar a sus víctimas, hombres gays; preguntarles si vivían solos y si tenían ganas de juntarse a tomar algo. Algunas veces diciendo estar con un “amigo” y preguntando si había algún problema con eso, otras simplemente haciendo pasar a su cómplice una vez que la víctima era reducida por las drogas. Para esto, el atacante siempre se manejó con una mochila o bolso que le permitía llevar en su interior los mismos elementos: una botella de vodka marca Sky azul, 2 latas de Speed, Benzodiazepinas en gotas (generalmente clonazepam líquido de 2,5 ml). Una vez dentro de la casa de las víctimas, introduce las drogas en la bebida, distrayéndolas pidiendo hielo en múltiples oportunidades. El efecto de las drogas es casi inmediato. En todos los casos, las víctimas no recuerdan haber dado más de dos sorbos a su bebida antes del efecto. En la mayoría de los casos, los atacados quedan en un estado de inconsciencia o semiconsciencia, algunos viendo como el criminal le da el ingreso a su cómplice o cómo entre los dos desvalijan el lugar. En todos los casos se roban objetos de mucho valor, se destruye parte de la propiedad y se deja a la víctima a merced de la deshidratación. Algunas de las denuncias realizadas en las comisarías han sido por familiares cercanos de las víctimas o incluso por la misma policía, por encontrarse los atacados internados por intoxicación grave. Alguno de nosotros ha estado internado cuatro días, otro dos o tres, lo necesario hasta lograr quitar la droga en sangre. Aunque eso no resuelve el enorme trauma que un ataque de esta magnitud provoca en las personas que lo vivimos. En la mayoría de los casos las personas se levantan con lesiones, escoriaciones, golpes. Algunos tienen recuerdo de haber recibido golpes que los despertaban. Los atacantes les realizaban lesiones para despabilar a las víctimas y pedirles más dinero para luego volverlos a dormir. El denunciado siempre se lleva souvenirs de las víctimas. Cosas que no tienen valor económico pero sí afectivo, algún recuerdo de algún viaje, imanes, la fotografía de la madre de alguno de los atacados, el dibujo de la sobrina de otro. Los casos documentados y las denuncias que fueron radicadas en diferentes comisarías corresponden al 15 de Mayo, 22 de Mayo, 06 de Julio, 08 de Julio, 17 de julio, 28 de Julio, 25 de agosto, 1 de septiembre, 3 de septiembre y 4 de septiembre. El 4 de septiembre este mismo sujeto fue detenido por primera vez (o mejor dicho, presunta primera vez) junto a su cómplice de esa fecha. Los dos intentaron ahorcarme en mi hogar luego de que me negase a ingerir la bebida que insistentemente me propusieron tomar. Uno me distrajo y el otro, el cual al voltearme descubrí se había puesto unos guantes negros, me tomó por sorpresa y comenzó a asfixiarme mientras me susurró “Tranquilo, es un minuto nada más y se termina”, forcejeé como pude y logré escapar a los gritos lo que concluyó en un transeúnte llamando a la policía y la detención temporal de los atacantes. “Es un minuto nada más y se termina”… pienso en la frase y pienso que es sólo un minuto de la vida de ellos lo que les puede llevar acabar con las nuestras. Y pienso cuantos minutos de su vida habrán dedicado a atacar, herir, drogar, robar. Cuántos minutos nada más de la vida de un criminal homoodiante que se vuelven toda una vida para nosotros, quienes sobrevivimos. Un minuto por una vida. Un negocio de la sociedad patriarcal homodiante, transfóbica y misógina. Y estábamos seguros que saldrían en libertad. Así que armamos red. Y con la ayuda de todes ustedes difundimos la información de que había agresores que se disfrazaban de posibles amantes o amigos. De que había criminales en las aplicaciones diseñadas para encontrarnos con otros miembros de la comunidad, que deberían hacernos sentir seguros. Y aparecieron los otros nombres, aparecimos las otras víctimas, pudiendo cerrar denuncias cuyos denunciados eran “NN”, capturas de pantallas de un chat de una red social con un seudónimo diferente. A veces era “Marcos” otras “Pablo” la mayoría de las veces “Diego” Y recibí más de 15 testimonios apuntando al mismo sujeto como el agresor. Y recibí pruebas, fotos, conversaciones, números de denuncias, fiscalías intervinientes, algunos casos de testigos anónimos por no querer salir del closet u otros que el hacer la denuncia les daba simplemente vergüenza. Y con tres denuncias más le anuncié al secretario del juzgado que estábamos frente a un criminal sistemático, un homodiante con un modus operandi que se conectaba a aplicaciones de encuentros gays para engañar a hombres gays, drogarlos, herirlos y robarles. Pero no hubo respuesta. Esa misma noche fueron puestos en libertad dejando a todos nosotros expuestos. Y llovieron los mensajes porque esa misma noche ya estaban conectados a grindr. Buscaban “Para ahora”, viajaban de “Microcentro” a “Villa Crespo”. Y una vez más nuestra comunidad comenzó a organizarse, mandamos alertas, circulamos sus fotos, nos protegimos de la forma que el poder judicial y las fuerzas de seguridad no lo hicieron. Pero la verdadera sorpresa llego cuando nos enteramos del caso radicado en la fiscalía 38, el caso denunciado el 17 de julio de este año, dónde el mismo agresor, retuvo en su casa drogado durante 3 días a una víctima y la apuñalo en piernas y estómago, despertándola cada tanto para pedirle dinero, claves de seguridad y otras pertenencias. Mayor fue nuestra alarma cuando descubrimos que el criminal se había pasado dinero de la cuenta de la víctima a la suya propia y que su nombre y DNI quedaron asentados en la misma denuncia. ¿Cómo puede ser que hayan sido capturados el 4 de septiembre intentando ahorcar a una de las víctimas y hayan sido liberados al otro día teniendo este gravísimo antecedente de tortura? ¿Cómo puede ser que las fiscalías no crucen los datos y las denuncias continúen aisladas cuando claramente se trata de un agresor que lo que realiza son CRIMENES DE ODIO? Porque no tiene otro nombre y tampoco otra caratula posible. Lo que nos sucedió a cada uno de nosotros es un CRIMEN DE ODIO, somos víctimas de un depredador, un cazador que por el simple hecho de vivir nuestra sexualidad en libertad cree que merecemos ser víctimas de su violencia. Pero esto no termina con él o con sus cómplices, esto no terminó con la captura y condena de los criminales que torturaron y asesinaron al compañero Enzo Aguirre en 2020. O con la respuesta de ¿Dónde está Tehuel? Que por cierto la exigimos ahora mismo y la exigiremos en cada oportunidad que podamos. Esto no termina porque el odio se ha recrudecido. Porque las víctimas de los homoodiantes, los transfóbicos y los misóginos siguen creciendo todos los días. Porque nos invisibilizan al no nombrar los crímenes por lo que son: ODIO. Porque el sistema judicial debe reformarse para que la justicia sea verdaderamente justa, para que nuestra comunidad también sea parte. Y hasta que así sea no pararemos. Somos aquellos casos documentados pero también aquellos que aún no se descubrieron, aquellos que aún no se animaron a hablar, pero sabemos que los hay. Y los seguimos escuchando ¿Pueden imaginarse las personas que no denunciaron otros casos por estar dentro del closet o simplemente por vergüenza o por miedo? Me gustaría decirles que no sientan vergüenza, que como dijo el gran Carlos Jauregui “En una sociedad que nos educa para la vergüenza el orgullo es una respuesta política”. Y es con orgullo que vamos a darles batalla. No estamos solos. Nuestros derechos siempre se lograron en las calles. Son ejemplos de esto la ley de identidad de género, o el matrimonio igualitario; gracias a José María Dibello por militarlo y estar hoy acá con nosotros, siendo parte. Y por último, me gustaría responderles a aquellas personas que nos juzgan, que se meten en nuestras camas y nos reprueban. Me gustaría decirles que nosotros no nos relegamos a la clandestinidad, que no buscamos encuentros en redes sociales simplemente por capricho o mero gusto. Me gustaría decirles que nosotros no crecimos viendo nuestros amores en las pantallas, que un hombre enamorándose de otro hombre en la dictadura era causal de detención y desaparición, que hasta principios del 2000 una travesti en la calle era arrastrada por las fuerzas de seguridad por los edictos policiales y que hasta los 90 la organización mundial de la salud nos consideraba enfermos. Me gustaría recordarle a la sociedad heterocispatriarcal, que cuando nos besamos en los parques a plena luz del día todavía hoy nos muelen a golpes o nos llenan de insultos. Me gustaría que sepan que a veces nos sentimos más seguros adentro de nuestras casas que afuera de las mismas. Ojalá podamos cambiar eso. Y para lograrlo, necesitamos de un Estado presente con una Justicia con perspectiva de géneros y diversidades. Una justicia que nos ampare y que nos proteja. Que nos haga sentir menos solos. Si la patria es el otro, cosa de la que estoy convencido, no podemos ser un país indiferente.