Aporte al debate sobre explotación sexual y prostitución

 

Aporte al debate sobre explotación sexual y prostitución

 

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En las últimas semanas se reabrió el debate en torno a qué posición tomar frente al problema de la explotación sexual y la prostitución.

Lamentablemente, este debate volvió de la mano de una nueva embestida contra las mujeres: una declaración de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional (A.I.) promoviendo una campaña internacional para “la plena despenalización de todos los aspectos del comercio sexual consentido”. Esto incluye una campaña “para que no se persiga a las prostitutas, ni tampoco a los clientes o a los proxenetas y administradores de burdeles que no fuercen a las mujeres”. Para A.I. todo es lo mismo: la mujer explotada y el Estado proxeneta.

Adentrémonos en el debate. En primer lugar no nos vamos a cansar de decir qué es la explotación sexual, porque suele olvidársele a muchos. Partimos de entenderla como el sometimiento de una persona (mujeres y trans en su casi absoluta mayoría) a cualquier tipo de actividad sexual, donde media un intercambio (ya sea monetario, o por especies – comida, refugio, protección, etc). Siempre hay alguien que se aprovecha de la situación de vulnerabilidad de la mujer explotada – un proxeneta, un policía que cobra la parada, un inspector que habilita prostíbulos, e incluso el prostituyente que con su dinero hace uso y abuso del cuerpo de esa mujer. La explotación sexual es un negocio millonario que llega a calcularse dentro del PBI de muchas naciones, pero también es una de las formas más brutales en que el patriarcado somete y oprime los cuerpos y la sexualidad de las mujeres.

 

Por tu propio bien

AI argumentar que su defensa de la prostitución es por el cuidado de las mujeres: “la criminalización del trabajo sexual consentido entre adultos puede resultar en un aumento de violaciones de las trabajadoras sexuales”. Este regulacionismo que se intenta disfrazar de nuevo y progre no hace más que recaer en los más retrógrados argumentos que justificaron históricamente la opresión de todas las mujeres. En primer término se refiere al consentimiento de las personas para ingresar al circuito de la explotación sexual. Pero ese “consentimiento” es de mujeres y trans en situación desesperada de miseria; ¡la gran mayoría de mujeres en esa situación son migrantes que escapan de la miseria en sus lugares de origen! La prostitución se da en el contexto de una sociedad patriarcal, donde el cuerpo y la sexualidad de las mujeres no son más que un bien que se puede comprar y vender para satisfacer el placer y deseo de otros. La explotación sexual es la reafirmación de este lugar de subordinación de las mujeres; tan ajena es la propia sexualidad que puede ser alquilada por un “precio”. Suponer la posibilidad del consentimiento de una mujer para ser explotada por un varón que posee el dinero, es negar por completo las determinaciones patriarcales que se agudizan en las mujeres de los sectores más pobres, que encuentran en la explotación sexual una única fuente de ingresos: es querer inventar una burbuja de igualdad en una sociedad profundamente opresiva.

Pero A.I. va más lejos en su absurda seudoteoría al afirmar que la descriminalización del comercio sexual redundaría en una baja de las violaciones de las propias mujeres explotadas. Desde hace siglos se afirma y reafirma que la prostitución existe para satisfacer ese deseo irrefrenable de los varones por tener relaciones sexuales. Todavía resuenan los dichos del legislador K Contreras de Santa Cruz, que justificó la explotación sexual de mujeres diciendo que son muchos los hombres solos, “¿qué distracción van a tener?”

En su declaración Shalil Shetty (secretario general de A.I.) afirma que las “trabajadoras sexuales” son uno de los sectores más marginados “quienes en la mayoría de los casos enfrentan un riesgo constante de discriminación, violencia y abuso”. Para A.I., la forma de combatir la violencia y las violaciones a las mujeres es legalizarla! Así ya no es un problema, ¡sino una actividad más! A.I. pretende negar que la explotación sexual de las mujeres es violenta en sí misma. Quiere negar que los prostituyentes, los proxenetas, los policías golpean, violan, asesinan a las mujeres explotadas. 

Constantemente esta organización intenta dejar en claro que sólo proponen la despenalización cuando hay consentimiento, pero que siguen considerando “aborrecible el tráfico de personas en todas sus formas, incluyendo la explotación sexual”. ¿En que sustentan esta distinción entre trabajo sexual consentido y explotación sexual? En la presencia de un proxeneta que lucra con la actividad sexual ejercida por la mujer o trans. Esta idea parcializa completamente la realidad, inventa una sociedad donde las mujeres se vincularían con varones con los que podrían negociar el dinero que será pagado sin que se las intente robar; podrían decidir el uso del preservativo sin que haya una negativa rotunda; podrían elegir qué tipo de prácticas tener sin ser violentadas y sometidas.

Amnistía Internacional quiere esconder atrás de un supuesto cuidado a las mujeres, una campaña profundamente machista que busca perpetuar la violencia contra las mujeres y trans. Para A.I. dejar de perseguir a quienes lucran con el cuerpo, la sexualidad y la vida de mujeres y trans, daría como resultado un mayor bienestar para esas mismas mujeres y trans. ¿Cómo fundamenta que puedan existir “proxenetas y administradores de burdeles que no fuercen a las mujeres”? ¡Si hasta la propia Secretaria general de AMMAR Claudia Brizuela está procesada por proxenetismo!

 

Si no puedes contra ellos ¿úneteles?

La posición reglamentarista está adquiriendo nuevos formatos que la hacen un poco más digerible, y así avanza. Amparada por organismos internacionales, promovida por los estados proxenetas y por organizaciones que dicen luchar por los derechos laborales de las “trabajadoras sexuales”, como AMMAR… Lamentablemente Nicolás Del Caño, candidato presidencial del PTS respondió un cuestionario de AMMAR donde sin más proclamó la defensa de la prostitución de las mujeres. Empezó explicando una posible prostitución “autónoma y autogestiva” que la mujer desarrollaría “en pleno derecho de su autonomía y sin estar sujeta a la explotación de terceros”. El mismo argumento de A.I. que ya desarmamos más arriba. Y siguió justificando que como la prostitución no podría ser abolida en este sistema opresivo, resultan necesarias algunas “medidas transicionales”: ¡la autoorganización! Una medida que lejos de tener una perspectiva de transición, es el ya viejo y conocido argumento de las regulacionistas de siempre que sólo quieren que las cosas sigan como están. Dijo: “Nos pronunciamos a favor de la autoorganización de todas las personas que se encuentran en situación de prostitución para defender sus derechos con plena autonomía, sin estar sujetas a la explotación de terceros ni a la tutela del Estado”. Pero es el propio Estado el que garantiza el funcionamiento de las redes de explotación, por lo tanto no es posible la autonomía de la tutela del Estado si no es peleando contra esas mismas redes. Sonia Sánchez ya ha explicado muy bien el rol del Estado Proxeneta, dando cuenta no sólo de las relaciones opresivas de nuestra sociedad, sino de las implicancias de los funcionarios, jueces, legisladores, fuerzas de seguridad, etc en el sostenimiento de estas redes.

En una sociedad donde los cuerpos y la sexualidad de las mujeres y trans pueden ser comercializado como un objeto más, regida por relaciones sociales patriarcales, la explotación sexual es la manifestación más clara del tipo de relaciones existentes en una sociedad patriarcal y capitalista. Por eso peleamos por la construcción de una sociedad sin explotación ni opresión, y en ese camino, las feministas socialistas luchamos por arrancarle al Estado burgués todo lo que podamos para mejorar las condiciones de vida de las mujeres. La pelea del movimiento de mujeres empieza por el nudo de la cuestión: la exigencia del desmantelamiento de todas las redes de tráfico para la explotación sexual, lo que significa la destitución y cárcel de los funcionarios, jueces y policías implicados en este “negocio”. Y al mismo tiempo, la pelea por trabajo genuino, la incorporación de las mujeres a la producción social, para tener independencia económica. Esas son medidas transicionales en el camino de la emancipación.