Abusos infantiles en la Iglesia: allanamientos en La Plata
por Lucía Gala
Cada vez son más los casos que salen a la luz que denuncian abusos, torturas y corrupción de menores señalando a la Iglesia Católica como la institución responsable de la perpetuidad de estas vejaciones. Esta vez el foco está en el Instituto Antonio Próvolo de la ciudad de La Plata, especializado en educar niños con diferentes discapacidades auditivas, donde a principios de este mes se llevó a cabo un allanamiento en el que se incautó gran cantidad de material de documentación, como legajos, fotos, material audiovisual y elementos que podrían haber sido utilizados en prácticas de tortura.
La investigación comenzó en 2016 a raíz de las denuncias judiciales que radicaron las víctimas sobrevivientes que vivían en la sede del Instituto en Luján de Cuyo, Mendoza.
Estos hechos se sitúan entre los años 1982 y 2002, donde niños de entre 3 y 17 años sufrieron torturas y abusos sexuales graves de parte de los sacerdotes y demás adultos encargados de su cuidado y educación.
La principal figura responsable es el sacerdote Nicola Bruno Corradi Soliman, que según los testimonios de las víctimas, junto con otros integrantes, “en innumerables ocasiones golpeaban brutalmente a los niños, les inflingían castigos inhumanos y degradantes, tales como colocarse de rodillas sobre maíz o sal durante tres o cuatro horas, bañarse con agua fría y con la puerta abierta mientras los encargados de la guarda los observaban y “seleccionaban” para luego llevarlos a una de las habitaciones u oficinas y abusarlos sexualmente, aprovechando para ello no solo su condición de niño, sino además la circunstancia de no poder comunicarse libremente con su familia o terceros de confianza”.
Pederastía sistemática
Este tipo de casos no son un hecho aislado o un degeneramiento de un cura en particular. La crisis de la Iglesia Católica continúa su curso en todo el mundo, y para lavar las culpas Francisco nombró a Alberto Bochatey como comisario apostólico, para que se dedicase a declarar el malestar y la vergüenza con la que cargan. Incluso para que intente dar lástima ya que el Instituto se está quedando sin fondos por resarcir a las víctimas. Pero por más fondos que pongan, ya le arruinaron la vida de miles de niños.
El elemento clave de estos hechos es entender que los abusos y su ocultamiento son sistemáticos. Un informe sobre los abusos en Alemania habla de más de 3600 víctimas de abuso sexual infantil en las últimas siete décadas en instituciones del clero. En Estados Unidos continúa la investigación de los 300 curas abusadores de Pensilvania y en los últimos días se reveló un “manual” con una serie de pautas, que pueden ir variando según la idiosincrasia de cada diócesis, pero en lo concreto tienen la misma finalidad, silenciar los abusos.
La primera pauta clave es “usar eufemismos mejor que palabras reales”. En vez de violación, mejor poner “contactos inapropiados” o “problemas de relación”.
En caso de quejas, “no hacer auténticas investigaciones”, no asignar personal preparado para preguntar sobre los abusos.
Para dar impresión de integridad, enviar a los curas a centros psiquiátricos gestionados por la Iglesia para “evaluar” su posible pedofilia en base a sus propias declaraciones, al margen de si ha tenido contacto sexual o no con algún niño.
Si hay que deshacerse de un sacerdote, explicar que está de baja por enfermedad o sufre “agotamiento nervioso”, o directamente “no decir nada de nada”.
Otra cosa importante es no dejar de ofrecer techo y sueldo a los curas aunque estén abusando de niños y “puedan usar esos recursos para más ataques”. Los depredadores compartían entre sí información sobre sus víctimas, a las que solían llevarse de viaje. Uno ha contado que regalaban crucifijos de oro a sus favoritos. Era la forma de identificarlos como “objetivos óptimos”.
Si la conducta del depredador sale a la luz, enviar el cura a otra comunidad en la que nadie sepa nada, en lugar de “apartarlo”.
Por último punto: ante todo, no avisar a la policía. Aunque “abusar sexualmente de un niño, incluso sin penetración, siempre ha sido un delito”, recuerda el jurado, los casos hay que tratarlos “en casa”, como “algo interno”.
Basta de encubrimiento, ¡los curas a laburar!
Estas pautas son clave para entender el por qué del silencio de las víctimas durante tanto tiempo. ¿Cómo podrían hablar al respecto siendo niños si todos los adultos a cargo de su cuidado eran cómplices? ¡En Estados Unidos hay testimonios de personas de más de 80 años!
Afortunadamente, en Argentina contamos con un movimiento de mujeres masivo que se posicionó abiertamente en contra de la Iglesia Católica y de todos los reaccionarios, dando lugar y respaldo a las víctimas sobrevivientes de los abusos eclesiásticos. Por más declaraciones que haga Bochatey sobre “las buenas intenciones de Francisco”, las mujeres y el colectivo LGBTI no nos olvidamos que nos trató de “nazis con guantes blancos” por pedir Aborto Legal YA, ni de cuando aconsejó a las familias con hijos homosexuales a que acudan al psiquiatra.
La marea verde no quiere seguir pagándole el sueldo a estos curas abusadores que se ponen de pie en contra de cualquier derecho, ya lo hicieron contra el aborto legal y ahora se suma a la campaña celeste el lema “con mis hijos no” contra la ESI, ¿no era que para evitar muertes por abortos clandestinos se necesitaba educación sexual?
Esta doble moral rancia no se aguanta más. Hoy más que nunca denunciamos la complicidad de toda la Iglesia Católica, incluso del mismísimo Francisco. Este escándalo sólo reafirma la necesidad de la separación de la iglesia y el estado; de luchar para que ningún caso quede impune y que éstos parásitos eclesiásticos no se interpongan más en nuestro camino hacia el fin de las opresiones.
Fuentes:
https://www.nytimes.com/es/2018/09/14/abuso-sexual-iglesia-alemania/
https://radiomitre.cienradios.com/bochatey-no-me-voy-escapar-al-caribe-la-plata/