Educación para la represión

 

 Educación para la represión


 

que la iglesia no se metaDesde que la burguesía desplazó a la nobleza feudal en el gobierno de Occidente, el clero supo adaptarse a su nuevo amo hasta constituirse en un pilar de la extensión y sostenimiento del capitalismo en todo el mundo. En esta tarea, tuvo momentos de mayor visibilidad política, como pilar moral de todas las conquistas y dictaduras sangrientas que la burguesía ha impuesto en su historia. Esta vocación represiva ha provocado un creciente odio a la Iglesia entre los pueblos, creyentes o no, terminando por la actual crisis global de confianza ilustrada por las denuncias de abuso sexual a niños por parte de una gran cantidad de curas.

Algunos de los argumentos con que la Iglesia intenta defenderse de las recientes acusaciones son risibles, como los dichos de Tarcisio Bertone, el segundo después del papa, que atribuyó el crecimiento de abusos a niños a una especie de “invasión” de homosexuales, que se infiltrarían en la institución.

Nos interesó más la posición de un católico laico aparecida en los debates públicos sobre el tema, más acorde con el sentido común, que dice así: “Si hay pedófilos en todas las profesiones (maestros, médicos, etc.), ¿por qué se ensañan con la Iglesia?”.

La primera razón para el “ensañamiento” popular es obvia: la Iglesia, como se ha comprobado, ocultó esta situación y defendió a los curas abusadores, dejándolos, incluso, nuevamente a cargo de niños luego de las acusaciones.

La Iglesia, junto con sus funciones políticas y de disciplinamiento de la conducta social, cumple además la función específica de represión de la sexualidad. Para las normas cristianas, el deseo sexual es malo, de cualquier forma en que se manifieste: el despertar de la sana curiosidad infantil al descubrir el cuerpo, el deseo adolescente de probar sus posibilidades, el acto de dar y recibir placer, en suma, todo el territorio de la sexualidad humana que no tiene que ver con la reproducción, es incluido en el mismo territorio del pecado junto con cosas terribles como la violación o el abuso de un mayor a un niño.

La Iglesia forma a los curas como licenciados en represión de la sexualidad ajena, doctores en culpar a las personas por tener un cuerpo, maestros en el arte de hacer que las víctimas se arrepientan de sus pecados. Y por otro, les quita a los niños que caen en sus garras la posibilidad de reconocer y aceptar su propio deseo, su propia voluntad, como algo diferenciado de la violencia que otros ejerzan sobre su cuerpo. Agreguemos a esto la ya mencionada impunidad, y tenemos la situación ideal para convertir a la Iglesia en el Club Amigos del Abuso Sexual.

Pero lamentablemente, las garras de la Iglesia se extienden mucho más allá de los orfanatos y escuelas eclesiásticas, a través de otra institución que reproduce, a conciencia o a la fuerza, los valores patriarcales de la Iglesia: la familia.

 

Iglesia y familia van de la mano

La supervivencia del ideal de familia patriarcal, biparental, monogámica y heterosexual es quizás el más esencial, el más profundo de los servicios que la Iglesia le ha prestado a la sociedad de explotación. Las dictaduras en los Estados caen un día, pero la dictadura sobre la mujer ejercida en la familia continúa siempre, como el hecho de que los niños sean propiedad de los padres, lo que libera al Estado de toda responsabilidad sobre su bienestar y crianza. A pesar de la propaganda engañosa (basada en la situación de una minoría privilegiada) que pretende difundir la idea de que la mujer se ha liberado, la mujer sigue siendo hoy una esclava doméstica; su cuerpo está expropiado por el Estado; su sexualidad y su maternidad no tienen nada que ver con su deseo, sino que están puestas en función de necesidades económicas; expulsada del trabajo formal, sus posibilidades de sobrevivencia dependen de sus funciones de esposa y madre, incluso en el caso de recibir ayuda social del Estado, o sea, dependen de un hombre. Y en cuanto a los menores, la presencia obsesiva en el espacio público de tiernos dibujitos estilo Unesco acerca de sus derechos no alcanza para ocultar la horrible realidad: el destino de los niños pende de la familia, lugar donde el padre (o la figura paterna del caso) ejerce la autoridad, autoridad muy desmedida si tenemos en cuenta que se basa en una única cualidad: ser varón.

Es en esta estructura patriarcal donde hay que buscar las razones de que el abuso sexual contra niños se perpetúe (y se extienda en momentos de crisis social), no en las “profesiones” o en el simple “contacto con los niños” que brindan algunas de ellas. La mayor parte de estos abusos se comete en el seno de la familia, y allí, como ocurría en la Iglesia hasta ahora, son mucho menos denunciadas que en el caso de maestros o médicos abusadores.

 

La hipocresía de la Iglesia nos tiene que servir para cuestionar todos sus valores

El hecho de que la Iglesia Católica se haya convertido en una de las instituciones más repudiadas del mundo es muy esperanzador. Pero hay que trabajar mucho para que esto no termine en un simple cambio de papa, o en un cambio de Iglesia, para que todo siga igual. Por ejemplo, ante los tímidos intentos del gobierno por avanzar en la educación sexual pública, no sólo los obispos protestaron. También surgió el temor de muchos padres de que hablar de estos temas en la clase propicie el abuso de maestros a niños. Incluso supimos de una maestra que fue denunciada por abuso sexual por haberles dado a los alumnos un texto sobre sexualidad. La idea de que la libertad, el hablar o saber sobre sexualidad, aumenta la posibilidad del abuso, está presente en muchas personas aunque no vayan a la Iglesia.

A esto contraponemos la siguiente idea: los curas no son abusadores a pesar de la moral cristiana, es la moral cristiana la que propicia el abuso al condenar toda la sexualidad como mala, reprimiendo la expresión del propio deseo y poniendo a la figura paterna como autoridad incontestable. Esquema que se repite en la familia, por lo que a la mayor parte de los abusadores los hallamos dentro de casa.

Para luchar contra el abuso sexual:

Educación sexual pública, científica y feminista. Si tenemos seguridad para imponer nuestro propio deseo, no vamos a ser víctimas tan fáciles. ¡La ignorancia y el sometimiento de mujeres y niños es la libertad de los abusadores!

Separación de la Iglesia y el Estado. ¡Basta de financiar al Club de Pedófilos Apostólico Romano con el dinero de las víctimas! ¡Basta de escuelas religiosas que propician el abuso prohibiendo la libre expresión de la sexualidad!

Total acceso de las mujeres al trabajo genuino. ¡Acabemos con el sometimiento económico que impide a las mujeres protegerse y proteger a sus hijos del abuso!

Igualdad de derechos para las personas no heterosexuales. El doble silenciamiento que pesa sobre su sexualidad los hace doblemente víctimas de abusos.