Absolución para Gina

Absolución para Gina



Por Marina Hidalgo Robles

El jueves 15 comenzó el juicio contra Gina, una mujer que se defendió de su pareja, Alejandro Baez, y lo mató. Sobre ella pesa una acusación por homicidio agravado por el vínculo y podría caberle la pena de prisión perpetua, impulsada por el Fiscal Mayor, Eduardo Urquiza.

Con 25 años. Gina vivía atada a su pareja y toda la violencia a la que este la sometía, porque no tenía donde vivir. Su hijita vivía con la madre de ella, porque hacía tiempo no podía garantizarle cuidados. Años antes, Gina había sufrido relaciones violentas, llegando a sufrir un aborto producto de los golpes recibidos.

El último episodio de violencia sufrido terminó con la muerte de Baez, quien la atacó con un cuchillo en su propio domicilio. Gina estaba embarazada y transitó casi todo su embarazo encerrada en la cárcel, cuando el Tribunal Oral compuesto por Alejandro Pagano Zavalia, Rodolfo Bembihy Videla y Maximiliano García Arpón, determinó que su embarazo no era de riesgo como para dictar la prisión domiciliaria.

La historia de Gina suena conocida. La escuchamos con Higui, Elisa Molina, Marcela Mendoza, Fanny Bulacio y Camila Godoy. Entonces nos cabe la pregunta ¿por qué siguen persiguiendo mujeres víctimas cuando estas se defienden?

Según las encuestas, un alto porcentaje de los femicidios se concretan cuando las mujeres se quieren separar de los violentos. Un pasaje al acto de la idea tan profunda de “si no sos mía, no sos de nadie”, pero también una acción ejemplificadora para el resto de las víctimas: “que ninguna mujer ose querer decidir sobre su cuerpo y su vida”.

Y resulta peculiar que, cuando se conocen los detalles de las imputaciones o condenas a víctimas que se defendieron, da exactamente la misma sensación; que la justicia, al igual que los violentos, educa en la violencia. Es cierto que hay un déficit muy grande en relación a la falta de perspectiva de género de les funcionaries judiciales, que se expresa en alegatos, condenas, imputaciones, etc. Pero el problema es mucho más profundo: estamos hablando de una institución parte del Estado patriarcal y capitalista, no con “sesgo en la mirada”, sino con una función muy clara: sostener las relaciones de poder y opresión de mujeres y diversidad. Porque en definitiva está todo armado para que las víctimas no denuncien, no quieran salirse de su lugar de víctimas, y si lo hacen, que paguen las consecuencias de cuestionar el poder.

Para esto la Justicia tiene muchas herramientas. Para empezar, el lugar más cercano y conocido para realizar denuncias y pedir ayuda son las comisarías. Esos lugares profundamente violentos y misóginos, donde muchas veces las mismas víctimas son golpeadas, violadas, e incluso asesinadas. Denunciar en Fiscalías es meterse en un laberinto burocrático, que pocas veces se puede sostener hasta el final.  A lo que además se suma la ausencia de contar realmente con un patrocinio gratuito (abogado/a) para acompañar todo el proceso judicial.

El tema de las medidas de protección que la Justicia tiene que garantizar resulta otro escollo que no da ninguna solución. Botón antipánico, restricciones de acercamiento o exclusiones de hogar… todas recaen en las víctimas y las posibilidades que tengan a mano para hacerlas cumplir. Basta recordad la cantidad de mujeres y diversidad asesinadas con cualquiera de estas “medidas” vigentes.

Está el problema de la dependencia económica que la mayoría de las víctimas tiene en relación a los agresores. Sobre este punto la justicia (ni el Estado en general) da ninguna alternativa. Gina ya había intentado separarse varias veces, pero siempre terminaba volviendo a la vivienda del violento, porque no tenía dónde ir.

Cuando la Justicia persigue a una víctima que se defendió, esta ya atravesó una cantidad de violencias por parte del estado y de la Justicia misma que es brumador. Gina ya no encontró otra solución más que defenderse ella misma, con el cuchillo con el que Alejandro Baez la atacaba. Se defendió ella y a su bebé en gestación, porque para ese momento ambos sabían del embarazo de semanas que cursaba.

La imputación por homicidio Agravado no solo negó el contexto de violencia en el que ocurrió el hecho, ya la había arrojado a las manos del violento más de una vez. Y no fue solo la Justicia, fue el estado Patriarcal Capitalista en su conjunto, que garantizó todas las condiciones de pobreza, de soledad, de miedo y frustración; para convertirse en una “víctima de violencia”. Ni trabajo, ni vivienda, ni contención psicológica, ni acompañamiento jurídico.

Pelear por una Justicia con perspectiva de género requiere la formación y problematización de les funcionaries judiciales. Pero significa también pelear por presupuesto para garantizar cada derecho que a Gina se le negó, hasta dejarla atada a un mercenario creído dueño de su vida. Significa pelar contra todas las instituciones del Estado capitalista y patriarcal, y dar la pelea a fondo para cambiar el conjunto de relaciones dándolas vueltas de pies a cabeza.

La lucha por la libertad y absolución para Higui nos mostró que en las calles podemos ganarle esta pulseada a la Justicia Patriarcal. Hay que seguir organizades, y en el próximo Encuentro Plurinacional de Mujeres y LBTTINB de San Luis, levantemos las banderas por la libertad de Gina y de todas las presas por defenderse de los violentos.

¡Libertad y Absolución para Gina Cárdenas!

¡Destitución de jueces, fiscales y funcionaries que amparan la violencia!

¡Presupuesto para combatir la violencia! ¡Ni un peso al FMI!